miércoles, 11 de abril de 2012

Tras el telón, su corazón

   Sonríe. Sonríe le pedían siempre. El público quiere admirar esa preciosa sonrisa, le repetían una y otra vez, hasta que se daba por rendida y sonreía. Gesticulaba la boca con la punta de los labios hacia arriba, como se había fijado en las actrices de las grandes películas como Audrey Hepburn o Ingrid Bergman. No enseñaba los dientes, no lo quería. Y después cogía el cepillo de su tocador y cogía un mechón y se lo cepillaba suavemente mientras se miraba al espejo detenidamente. ¿De verdad era esta yo? se preguntaba, pues a veces la hacían fingir tanto que ya no sabía si de verdad fingía o lo quería de verdad. Había ido perdiéndose poco a poco y últimamente solo se guiaba por los demás, puestos que ella no sabía ya decidir sobre ella misma, no sabía que quería. Ni si quería seguir actuando. Interpretar a tantos personajes distintos le había echo un enorme tornado de personalidades en su interior, y ya no se acuerda de si ella era solidaria como Irena, simpática como Cristina o divertida como Leia. No lo sabía, no lo sabía. Entonces, bajaba la mirada y sus ojos iban a parar en otra órbita, se aislaban del mundo y se quedaban quietos. Quieta era lo único que podía hacer, estarse quieta y esperar órdenes de los de Atrezzo o el director.
Se volvió a mirar, posó los dedos de la mano que no sostenían su oscuro mechón de pelo y los posaba lentamente sobre el cristal reflejante. Graduaba la vista e intentaba ver a través de sus propios ojos, de lo que de verdad quería hacer y ser, de lo que su interior encerrado pedía a gritos. Y sin querer, su bonita sonrisa gestionó <libertad>. Y simplemente hizo lo que su corazón le pidió.

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