jueves, 5 de abril de 2012

Don't leave me alone

   Lo encontré tirado en la esquina de la casa donde estábamos de fiesta. No sabía aún mucho de él, lo había visto un par de veces antes en nuestro grupo de amigos, y solo sabía que tenía problemas. Problemas muy duros, suponía, por que siempre iba de negro y tapándose con o bien las mangas de su camisa o con extrañas pulseras que se ponía en las muñecas o trozos de tela mal cortados por él. Y siempre con la vista agachada, su fleco ya le podía tapar de por si muchísimo de su rostro, como en este preciso momento, en el que estaba repantigado entre las dos paredes con las piernas estiradas, cubriéndose las muñecas y la cabeza gacha. Me acerqué a él:
   -   Hola, ¿te encuentras bien?
Era una simple frase, que hizo llorar y gemir al chico. Que de él saliesen de repente miles de lágrimas con una explosión de sentimientos. Echando todo lo que él podía en esas míseras gotitas de agua salada; así no se sana un corazón.
   -   Coge mi mano, te llevaré al lavabo.
En ese preciso momento descubrió sus muñecas y vi como sangraban lentamente, ramificándose a lo largo de los brazos. Levantó su mirada, con unos ojos irritados de tanto llorar, una mirada cansada de todo lo que le pasaba, cansado de tener que estar superándolo día tras día para luego volver a derrumbarse, y con la fina línea que eran sus labios terminaban al final hacia abajo.
No hizo falta respuesta, son de esas miradas que te pueden perforar hasta lo más hondo, y que de por sí ya conoces a la persona, con solo un conjunto de miradas ya le conocía. Una melancolía que baña esta oscura esquina, y un chico que se hace daño a sí mismo. Le cogí yo misma de los sobacos, puse su brazo izquierdo sobre mis hombros, lo sujeté bien fuerte y me dirigí al lavabo.
   -   No sufras, ya no estás solo.

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