viernes, 27 de enero de 2012

Esos tímidos ojos, esos verdes ojos

   Entonces apareces de nuevo, con tu abrigo empapado, tu pelo completamente revuelto, tus ojos llorosos y tu rimel corrido por tus mejillas sonrojadas, con la cabeza baja. Tus botas altas no evitaron que se mojase por completo el borde de tu vestido, cosa que odias. También sé que odias perdonar, eras tan cabezota que siempre creías tener la razón, y ahora estás aquí, delante de mi portal. Por otra cosa no podrá ser, así que seguramente vengas a pedirme perdón, a intentar limpiar tu conciencia, reconciliarte con tus errores para poder aprender de ellos. Y llevas una nota. Te abro la puerta y la llovizna le da la bienvenida al felpudo que mantengo dentro de casa. Subes la cabeza y me miras con esos tímidos ojos. Esos verdes ojos que me miraban todas las mañanas soñolientos cuando te despertabas antes que yo y me acariciabas la espalda diciéndome buenos días. Esos mismos ojos que se atrevieron a mirarme una vez más después de aquel acto que nos separó definitivamente. Miro a tus labios, y estos empiezan a moverse. Muy abiertos, cerrados, entrecerrados, mueves la lengua... Y me preguntas dubitativa si te estoy escuchando. Sí que lo hago, estoy escuchando tu corazón y sé que no hace falta oírte para saber lo que pretendes. Te podría dar un portazo e irme, pero siempre he sido más permisivo que tú, y por eso decido dejarte pasar. Esta vez dejo que me empapes el felpudo que me molesté en acogerlo para impedir su mojo. Miras todo lo que se abre paso, examinas cada rincón de mi pequeño piso. Me pregunto como habrás conseguido mi dirección, pero al parecer no viene a cuento, estas cosas imposibles suelen pasar en momentos inesperados, para así hacerlos perfectos. Te sirvo un café, de los que a ti te gustan, descafeinados con leche y nata. Expiras e inspiras ruidosamente, con los nervios a flor de piel. Me apoyo en la encimera y te observo. Observo aquella mujer que un día me dijo que me amaba, que me dijo algo como que nunca me dejaría, que me dijo que estaría conmigo el resto de mis días... Y hoy está ahí, sentada en la silla del pequeño piso propio que conseguí después de que rompieses tus promesas. No me atrevo a preguntarte cómo estás, por que doy por hecho que si estas aquí, es por algo que me temo que será malo. Y tú solo te atreves a estirar el brazo y darme la nota, mientras miras con confusión y nerviosismo tu taza de café. ¿La abro? ¿La dejo para después? ¿Querrá ella que la lea ahora? Y decido guardármela en el bolsillo, tengo que asimilar el presente para enfrentarme al futuro... Por eso te miro, y te pregunto que cómo estas.

4 comentarios:

  1. Wow, sin palabras, me ha encantado como escribes, pero me ha descolocado que sea un chico, porque siempre tiendo a pensar que se trata de una chica. Pero luego me ha gustado ^^

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  2. Hahaha gracias :$ Un besito! (L)

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  3. Casi lloro, hermoso, profundo, triste...
    Tu blog es lo más lindo. Te sigo ya!
    Te dejo el mío por si queres...besos y no dejes de escribir!

    http://wantingtodisappear.blogspot.com/

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  4. Muchísimas gracias cielo!
    Si enseguida me paso, un besito! (L)

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