lunes, 12 de agosto de 2013

Yo caía rendida en su cama

   Yo sé que me encontraba en algún lugar de su cuerpo. En algún alrededor de su cuello se habría tenido que quedar impregnado mi perfume, o en cualquier sitio de la espaldas tendrían que ubicarse mis arañazos.
Yo sabía que por algún sitio me había asomado a su corazón. Tenía que haberlo rozado.
Pero entonces me acordaba de su mirada después de decirle que era suya... Quizás dejaba la cabeza gacha por humillación. Por que sabía perfectamente que él lo único que sus ojos marrones podían ver de mí era mi cuerpo, o por que sabía que mi corazón era de él, pero que él solo deseaba mis curvas, y se sentía un poco menos persona. A lo mejor se sentía demasiado avergonzado como para acariciarme suavemente el pelo después de hacer el amor, por que sabía que en su cama estaba por un montón de mentiras, tan solo un poco de alcohol y unas cuantas miradas que daban mucho que desear. No, pero no era tan solo eso, sentía pena de mí, de mí, lo sé, lo sentía cuando se quedaba mirando a un punto intermedio entre el arrepentimiento y la manipulación, por que sabía que a pesar de todo, yo siempre caería rendida ante sus crueles encantos.

martes, 21 de mayo de 2013

Que tú no eras tú y yo no era yo

   A lo mejor yo no era tu princesa ni tu mi rey. Quizás confundimos el sentirnos queridos con el querernos. Quizás no era una historia de amor, si no el paso para aprender qué es. Y lo aprendimos notando que nos faltaban esas miradas de reojo, esos besos de por qué sí que callan palabras o esos abrazos de los que nos calientan más que los chocolates calientes. A lo mejor sabíamos que no se paraba nuestro mundo al cruzar nuestras miradas, pero sí que quizás ignorábamos eso por que creíamos que esto era amor.
   Pero nuestros movimientos no eran con sentimiento, eran programados. Por que los habíamos visto en las películas americanas de los domingos. A la persona que quieres despiértala con un beso en la frente, prepárale el desayuno, y escóndele un mechón de pelo detrás de la oreja. 
-   Pero que putos inocentes éramos; enamorarte es claramente una estallida de fuegos artificiales en una noche sin luna.